Esta semana hemos celebrado el Día Universal del Niño.
En el año de 1954, la Asamblea General de Naciones Unidas, en base a su
Resolución 836(IX) decidió e instituyó el 20
de noviembre como el Día Universal
del Niño, fecha que “se dedicaría a la fraternidad y a la comprensión entre
los niños del mundo entero y se destinaría a actividades propias para promover
el bienestar de los niños del mundo”, según información proporcionada por la
ONU.
Un 20 de noviembre también, pero del año 1959 se aprobó la Declaración de los Derechos del Niño y en mismo día, pero del año 1989, la Convención Sobre los Derechos del Niño.
La iniciativa fue bien recibida por los Estados Miembros, quienes se sumaron a la campaña participativamente en búsqueda de garantizar la aplicación de los derechos básicos inherentes a todo ser humano también a los niños, un ente que prácticamente había sido invisible en la sociedad hasta al momento.
Los derechos de la infancia se basan en
cuatro principios fundamentales:
La no discriminación: todos los niños tienen los mismos
derechos.
El interés superior del niño: cualquier decisión, ley, o política
que pueda afectar a la infancia tiene que tener en cuenta qué es lo mejor para
el niño.
El derecho a la vida, la supervivencia y
el desarrollo: todos los niños y niñas tienen derecho a vivir y a tener un desarrollo
adecuado.
La participación: los menores de edad tienen derecho a
ser consultados sobre las situaciones que les afecten y a que sus opiniones
sean tenidas en cuenta.
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